Somos cuatro y el pecado. Corrientes de risa ardiente. Fijo tus diamantes desangrados, brillo que me castiga perpetuamente. Es el whisky sin tus rocas, tus miradas sin pasado, labios que solo habitan el presente, magia del pudor sin ningún truco. Somos oro sin fundirse pero colgado de cuellos rotos. Nuestra carne, joyerías vacías. Nuestros cuerpos, las arrugas de las fotos. Fuimos la revelación de lo prohibido, la advertencia del poder marcharse. Sobre nubes de tormenta, tejimos nuestro nido sin prever que, en verano, podía mojarse. Alas sin vuelo pero siempre sobre el cielo, fango de la nostalgia de un bolero. Seremos canciones de embriaguez, guiadas por el tintero. Las venas de mi tierra abiertas, descubriendo la belleza en el desastre.