Son incontables los días e interminables los segundos desde que no estas. No quiero ser cliché, ni sonar cursi. Lo que diga saldrá del corazón: Cierro los ojos y te veo. Estas ahí a la espera de que llegue, para sentarte con tu bella cola acolchonada, pidiendo que mi mano te despeine los pelos. Me miras como si yo supiera lo que piensas: y lo sé. Apenas nos encontramos me pongo en el suelo para dejar que me ahogues en el mar de tus babas. Tus lengüetazos siempre son mi desayuno bajo un sol llanero. Luego, así sea rutinario, salgo a jugar contigo pero cada día es utópico. Lanzo el frisby y tu alegría se desborda por tu hocico. Te revuelcas, hueles mal, comes lo que sea, destrozas lo que encuentres pero este amor animal entre los dos me mantiene vivo. Me siento tu hermano, tu cómplice, tu mejor amigo, pues, ambos hemos vivido muchas aventuras en muy poco tiempo. Y es que apareciste en un momento ideal. Nunca había sentido el amor de un perro, siempre me habían dado igual, pero contigo...