Son incontables los días e interminables los segundos desde
que no estas. No quiero ser cliché, ni sonar cursi. Lo que diga saldrá del corazón:
Cierro los ojos y te veo. Estas ahí a la espera de que llegue, para sentarte con tu bella cola acolchonada, pidiendo que mi mano te despeine los pelos. Me miras como si yo supiera lo que piensas: y lo sé. Apenas nos encontramos me pongo en el suelo para dejar que me ahogues en el mar de tus babas. Tus lengüetazos siempre son mi desayuno bajo un sol llanero. Luego, así sea rutinario, salgo a jugar contigo pero cada día es utópico. Lanzo el frisby y tu alegría se desborda por tu hocico. Te revuelcas, hueles mal, comes lo que sea, destrozas lo que encuentres pero este amor animal entre los dos me mantiene vivo. Me siento tu hermano, tu cómplice, tu mejor amigo, pues, ambos hemos vivido muchas aventuras en muy poco tiempo. Y es que apareciste en un momento ideal. Nunca había sentido el amor de un perro, siempre me habían dado igual, pero contigo fue diferente. Ya se, ya se. Diré que fuiste único ¿Quién que haya tenido un perro no lo ha dicho? Pero para mi, fuiste el mas único entre los únicos. Yo sabia que tenías un desequilibro emocional. Yo lo veía en tu forma de actuar.
En los días y en las noches eras mi guardián. Me olías y me volvías a oler hasta grabarte mi olor, yo hacia lo mismo. Mientras dormía, me despertaban tus olfateos por debajo de la puerta para cerciorarte de que yo estuviera ahí. Cuidabas a mi familia de manera mágica.
Tu el mas noble de los perros, el mas fuerte, el mas bravo, el mas tierno. Tu, Moisés.
Te seré sincero, jamas había amado a ninguna persona ni animal como te ame a ti. Y si, para mi esto no es cursi. Escribirte es lo mas valiente que he hecho, pues lo hago derramando lagrimas, abriendo grietas, poniendo el dedo en la cicatriz, y todo esto con orgullo.
Cierro los ojos y te veo. Estas ahí a la espera de que llegue, para sentarte con tu bella cola acolchonada, pidiendo que mi mano te despeine los pelos. Me miras como si yo supiera lo que piensas: y lo sé. Apenas nos encontramos me pongo en el suelo para dejar que me ahogues en el mar de tus babas. Tus lengüetazos siempre son mi desayuno bajo un sol llanero. Luego, así sea rutinario, salgo a jugar contigo pero cada día es utópico. Lanzo el frisby y tu alegría se desborda por tu hocico. Te revuelcas, hueles mal, comes lo que sea, destrozas lo que encuentres pero este amor animal entre los dos me mantiene vivo. Me siento tu hermano, tu cómplice, tu mejor amigo, pues, ambos hemos vivido muchas aventuras en muy poco tiempo. Y es que apareciste en un momento ideal. Nunca había sentido el amor de un perro, siempre me habían dado igual, pero contigo fue diferente. Ya se, ya se. Diré que fuiste único ¿Quién que haya tenido un perro no lo ha dicho? Pero para mi, fuiste el mas único entre los únicos. Yo sabia que tenías un desequilibro emocional. Yo lo veía en tu forma de actuar.
En los días y en las noches eras mi guardián. Me olías y me volvías a oler hasta grabarte mi olor, yo hacia lo mismo. Mientras dormía, me despertaban tus olfateos por debajo de la puerta para cerciorarte de que yo estuviera ahí. Cuidabas a mi familia de manera mágica.
Tu el mas noble de los perros, el mas fuerte, el mas bravo, el mas tierno. Tu, Moisés.
Te seré sincero, jamas había amado a ninguna persona ni animal como te ame a ti. Y si, para mi esto no es cursi. Escribirte es lo mas valiente que he hecho, pues lo hago derramando lagrimas, abriendo grietas, poniendo el dedo en la cicatriz, y todo esto con orgullo.
Gracias amigo, hermano, cómplice.
Moisés.
Comentarios
Publicar un comentario