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Mostrando las entradas de noviembre, 2015

Pasados repetidos

Irrumpo: Escupo el piso para ver si así nacen algunas flores en esta tierra fértil de mierda. Miro a las nubes y las insulto, intentando alejarlas para que suelten al sol de sus putas cadenas. Meo en los jardines haber si las malezas dejan de infectarnos el aire y se pudren de una vez por todas. Rompo las puntas de los lápices sobre el papel, dejando una estela de caminos escritos en mentiras, fingiendo ser poeta o literato. Y aun así no me siento el mismo. El vino es agrio, el cigarro ya no irradia el mismo humo en mis pulmones. Al parecer estamos ajustándonos a las sombras que dejamos en los callejones y nunca buscamos una puerta que nos conduzca a una canción, un Jam, un blues, o inclusive un bolero. Ya no nos dejamos impresionar por los acordes, las voces afinadas, las buenas historias, pues quizás los filósofos se equivocaron desde los principios: Si es posible bañarse dos veces en el mismo rio. Las historias se repiten una y otra vez, se parafrasean para ...

Necesito

Necesito la tinta que brote de las flores para poder pintar en el papel la primavera. Viajar en las inmensidades de la nieve y saltar el renglón hasta quemar la hoja en verano. Necesito arder las letras para prolongar el infierno, gobernar mis palabras y castigarlas. Pecar por los versos que he dejado de escribir, siguiendo los errores, masoquistas. Los cielos no dejan de mirarme con desidia, pues en ellos he navegado secando el rio: el sol se esconde, la luna se aleja y a la noche le pescan las estrellas. Yo las guardo en un vasito, para que al menos me brillen los sueños y las copas me permitan escupir pétalos para sembrarlos en mi almohada. Yo necesito recitar mis ojos, pintar mis gritos en las más maldita poesía, buscar la maldición entre los gritos y marchitar las voces de los días.

Barcos hundidos

Sobre las fabulosas fantasías de papel siempre navega un barco de tinta. Nada es indeleble y hasta la mas mínima nube cuelga de nuestros cabellos, pues el sol y la lluvia reposan en uno de ellos. Y créeme que si te digo que no hay mañana ni tarde que pueda pintar mi mano es por que ya las letras me han cegado por su querer; son adictivas, salvajes, alucinógenas. Lo efímero, no. Lo duradero, si. Solo se mantiene lo que en las literas se empolva y algún héroe discreto, como el gran Vargas Llosa, logrará revivir de la tumba lo que alguna vez dejo de ser agua para transformarse en vino. Un milagro literario. Ahora las cifras están ahogadas, nadie ve, nadie entiende, nadie vive; nos encorvamos lentamente hacia el anonimato. Los reinos se avergüenzan de que cambiemos el papel por el oro, la tinta por la ambición, la vida por la muerte.   El juego es claro y certero, el que engaña gana, el que cree pierde. La palabra ahora se volvió un maniquí que se reviste de m...